Informe de HRW refleja nivel espeluznante de represión del regimen norcoreano
La organización Human Rights Watch (HRW) lanzó este jueves un informe detallado con una visión sin precedentes sobre el fortalecimiento de las fronteras y el aumento de la opresión implementados por el régimen norcoreano desde el inicio de la pandemia.
Titulado “’A sense of terror stronger than a bullet”: The closing of North Korea 2018-2023’ (‘Una sensación de terror más intensa que una bala»: el cierre de Corea del Norte 2018-2023’), este estudio analiza el antes y el después de la aparición del COVID-19 en un país conocido por violar sistemáticamente los derechos humanos.
Peor calidad de vida
Dado que el país aún sigue muy aislado del exterior, además de escudriñar fotos satelitales o imágenes tomadas desde China, para el informe se entrevistó a norcoreanos involucrados en comercio fronterizo, a desertores con familiares dentro de Corea del Norte, a exfuncionarios huidos o a activistas con contactos dentro del hermético país y en China.
Además de desvelar numerosos entresijos del comercio ilegal transfronterizo y la actividad cuentapropista, pilar básico para la supervivencia de muchos norcoreanos desde los noventa, el análisis ilustra cómo han empeorado aún más el respeto por los derechos básicos y la calidad de vida de los norcoreanos.
El estudio certifica lo que HRW venía denunciando insistentemente desde 2020; con la aparición de la pandemia, el régimen “ha tratado de reimponer su control en áreas en las que su dominio se había debilitado durante las últimas dos décadas y media. En concreto, el control sobre fronteras, actividad mercantil, viajes no autorizados y acceso a información”.
Kilómetros de alambrada
Para el informe se estudiaron imágenes de miles de kilómetros cuadrados de regiones fronterizas —en total, una cuarta parte de la frontera que Corea del Norte comparte con China y Rusia— captadas por satélites antes y después de 2020 para desvelar el cierre total de las lindes con la excusa de evitar la entrada del virus.
La aprobación en los primeros meses de pandemia de una ley para disparar a aquellos que se acercaran a las divisorias supuso el despliegue en regiones limítrofes del cuerpo de operaciones especiales del ejército —conocido como “pokpung gundan” (“división tormenta”)— para reforzar vigilancia y erradicar corruptelas de los guardias fronterizos, que hacían la vista gorda a cambio de sobornos.
El estudio muestra que, frente al 71% de antes de 2020, hoy la práctica totalidad de los 321 kilómetros de frontera analizados en seis áreas estratégicas de costa a costa están protegidos por al menos una capa de alambrada.
No solo eso. Muchas zonas cuentan ahora con dos y hasta tres capas de enrejado y los puestos de vigilancia en ellas ha pasado de 325 a 6 mil 820, es decir, se multiplicaron por más de veinte.
Una desertora cuenta en el informe que un familiar suyo en Corea del Norte “tiene miedo a salir (del país) por la creación de semejante entorno social, una sensación de terror mucho más intensa que una bala o una verja de alambre”.
Estrictos toques de queda
El estudio asegura que los permisos obligatorios para desplazamiento interno, que ya requerían de burocracia ingente antes de la pandemia, son ahora más restrictivos.
Los toques de queda nocturnos para evitar propagar la COVID —que en muchas regiones parecen seguir parcialmente vigentes— han limitado muchísimo la movilidad y la actividad económica de los norcoreanos, y la vulneración de estas normativas ha llegado a ser aparentemente castigada con pena de muerte, recuerda el informe.
También recopila las tres leyes de contenido ideológico aprobadas desde 2020, que prohíben consumir contenidos extranjeros o el uso de modismos foráneos en el habla, y cómo algunas personas que violaron estas disposiciones también fueron ejecutadas.